Ella no sabe que el matrimonio de sus padres es un fracaso, pero lo sospecha cuando el padre lleva a casa a una señora desconocida, muy guapa y elegante, que le regala una enorme y preciosa muñeca. Ella, resentida y desesperada por la triste situación de su casa, con un cuchillo saca los ojos a la muñeca, le abre la barriga y rasga su bonito vestido. De los mayores, nadie se digna decir ni una palabra acerca de esta destrucción. Ella ve a su padre pendiente de la señora guapa, ajeno a la presencia de la niña. Ella siente que la invade una soledad espantosa y empieza a odiar el mundo de los mayores. Aparece el marido de la señora guapa -un escandinavo gordo y rubio platino-, y la madre se dedica a él como si fuera lo más natural. Viven ahora en la casa dos parejas que no disimulan sus relaciones. Para quitar de en medio a la niña, la madre la manda a la cama después de comer. Imposible dormir en la habitación obscurecida. Ella piensa dónde puede encontrar su propio complemento. Se lleva a la cama todos los objetos duros y alargados que encuentra en su cuarto y se los introduce entre las piernas: unas tijeras frías y relucientes, una regla, un peine y el mango de un cepillo. Mirando a la cruz de la ventana, busca su propio complemento masculino. Al despertar una mañana, recuerda que durante la noche le ha sucedido algo estremecedor. Pero, de tanto jugar con su cuerpo, está agotada y el corazón le late con tanta fuerza que casi no puede respirar.
miércoles, 17 de abril de 2013
Primavera Sombría
Por: Unica Zúrn
Ella no sabe que el matrimonio de sus padres es un fracaso, pero lo sospecha cuando el padre lleva a casa a una señora desconocida, muy guapa y elegante, que le regala una enorme y preciosa muñeca. Ella, resentida y desesperada por la triste situación de su casa, con un cuchillo saca los ojos a la muñeca, le abre la barriga y rasga su bonito vestido. De los mayores, nadie se digna decir ni una palabra acerca de esta destrucción. Ella ve a su padre pendiente de la señora guapa, ajeno a la presencia de la niña. Ella siente que la invade una soledad espantosa y empieza a odiar el mundo de los mayores. Aparece el marido de la señora guapa -un escandinavo gordo y rubio platino-, y la madre se dedica a él como si fuera lo más natural. Viven ahora en la casa dos parejas que no disimulan sus relaciones. Para quitar de en medio a la niña, la madre la manda a la cama después de comer. Imposible dormir en la habitación obscurecida. Ella piensa dónde puede encontrar su propio complemento. Se lleva a la cama todos los objetos duros y alargados que encuentra en su cuarto y se los introduce entre las piernas: unas tijeras frías y relucientes, una regla, un peine y el mango de un cepillo. Mirando a la cruz de la ventana, busca su propio complemento masculino. Al despertar una mañana, recuerda que durante la noche le ha sucedido algo estremecedor. Pero, de tanto jugar con su cuerpo, está agotada y el corazón le late con tanta fuerza que casi no puede respirar.
Ella no sabe que el matrimonio de sus padres es un fracaso, pero lo sospecha cuando el padre lleva a casa a una señora desconocida, muy guapa y elegante, que le regala una enorme y preciosa muñeca. Ella, resentida y desesperada por la triste situación de su casa, con un cuchillo saca los ojos a la muñeca, le abre la barriga y rasga su bonito vestido. De los mayores, nadie se digna decir ni una palabra acerca de esta destrucción. Ella ve a su padre pendiente de la señora guapa, ajeno a la presencia de la niña. Ella siente que la invade una soledad espantosa y empieza a odiar el mundo de los mayores. Aparece el marido de la señora guapa -un escandinavo gordo y rubio platino-, y la madre se dedica a él como si fuera lo más natural. Viven ahora en la casa dos parejas que no disimulan sus relaciones. Para quitar de en medio a la niña, la madre la manda a la cama después de comer. Imposible dormir en la habitación obscurecida. Ella piensa dónde puede encontrar su propio complemento. Se lleva a la cama todos los objetos duros y alargados que encuentra en su cuarto y se los introduce entre las piernas: unas tijeras frías y relucientes, una regla, un peine y el mango de un cepillo. Mirando a la cruz de la ventana, busca su propio complemento masculino. Al despertar una mañana, recuerda que durante la noche le ha sucedido algo estremecedor. Pero, de tanto jugar con su cuerpo, está agotada y el corazón le late con tanta fuerza que casi no puede respirar.
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