viernes, 22 de febrero de 2013

Señalá el techo.


Me puse a pensar, si es que pienso
Que quien piensa en el otro, no piensa
Y quien piensa en si mismo no piensa
Y quien piensa  no sabe, y quien sabe, no piensa
Y entonces, me dolió la cabeza
Y dejé de pensar, para darme cuenta de que estaba ebria
Y que todo lo que decía, no era nada más que una blasfemia
Así como cuando uno se enoja
Y no sabe más que decir bazofias     
Y entonces musité: “La niña en la granja que ordeña la vaca, hoy permanece acostada; tiene malaria”. Y ella sabe que la meningitis está en la cabeza.

La niña con fiebre, que gira en la cama
La vaca la espera, la leche se rancia.
“Se rancia”, gozosas palabras
Para ella en la cama
En la cama y la cabeza
En donde el trabajo se añeja
Y sus piecitos llenos de tierra
Que no hacen más que maldecir el pasto
Paso tras paso, tras paso, tras paso
Sus piecitos mojados, la han llevado a la quiebra
Ahí en su cabeza
En donde todo se añeja
La vaca que muge, proclama la fiera
Y sus sábanas húmedas, de tanto dar vueltas
En el toro cansado de la primavera
La vaca que busca, que busca la tierra
El cerdo que grita en la porqueriza
Y ella se regocija del dolor de cabeza
En donde el llanto del toro, se vuelve exigencia
Y la vaca no llora, se encuentra en la mesa
Y el cerdo la besa, la ama, la anhela
En el chiquero apestoso, en su decadencia
Ella se regocija, del dolor de cabeza
En donde no habla de nadie
En donde doma a la fiera
En la cama mojada, de tanto dar vueltas. 

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