¿A quién le escribe el
poeta?
Porque yo ya me cansé
de revolver palabras, en el ánimo dejado de que algún día me escuches. Me cansé
de ordenar motivos, de acomodar visiones, de retratar vestigios, de perpetuar ardores.
Me cansé de tu sonrisa y de tu mirada y aquello fresco de tus venas, dejó de
sonrojar tu cara. Ya no eres sangre tibia, ya no eres agua clara. En el piso
por donde camino, donde tu borrosa figura, se fragmenta entre las grietas
pardas. Ahí en el piso en donde me tiendo para lamer los azulejos, en donde mi
lengua se llena de bichos…y ellos me susurran al oído, palabras llenas de nada.
En donde el vicio se esparce en mis venas, y mi sangre corre morada. La
sangre…la sangre de mi cuerpo, tan llena de vida, tan llena de nada. De vicio,
de tu cara olvidada. De vidrios diminutos que corren en la esperanza de
atravesar tendones. Ahí en donde hace frío, ahí en donde se apagó la flama y
que si tú vieras…si tú vieras el filo de esos vidrios, besarías a tu perro cada
mañana; consolándote con sus colmillos, en donde la mordida está justificada
por el hambre y no investida por el encanto de la carne rota entre su lengua y
el sabor a sangre como tétanos en la garganta.
Yo, yo que tanto te
amo, como la serpiente ama a la rata…
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