A veces no sé por qué
lloro.
Una vez más tratando
de encontrarle sentido al sentimiento, en donde hasta tú te
afliges por el amorfo de mi inquietud
Y tus palabras
resuenan en mi mente como el estándar de no ser
Y entonces te concibo
tan seguro de mi falta.
Tan postrado en lo
real,
En donde me acuesto
para dejarme fluir
Y sin embargo no pasa
nada,
En el afuera; en la
estadística
En mi vida coagulada.
Y me pides paciencia,
como queriendo controlar el tiempo.
Una vez más, tratando
de encontrarle sentido al sentimiento
Y yo me diluyo en
pasiones inventadas con el afán de descolocarte.
Con la actitud
obligada de oponerme,
Como queriendo convencerme de que no te necesito por más
que sea la única posibilidad
Y me desentiendo del
momento
Y me reduzco a
entusiasmos efímeros a favor de la sinceridad,
En donde quisiera
sentarme y decirte que es a ti a quien quiero
Pero de sólo pensarlo,
me vuelvo de piedra y el momentáneo tormento se torna soportable hasta el punto
de la austeridad en donde me desprendo del aire y respirar pareciera
ser más bien un sacrificio;
Como si el mundo no me
mereciera,
En lo alto del sombrío,
En donde te hablo de
mis silencios como queriendo ofrecerte mis sonidos.
Y que no tolero la
idea de ser materia de práctica,
Con esa frialdad
celada que me domina,
En donde vacilo sobre
tu confianza y demando atención,
Porque estoy hecha de
piedra y tu mirada se ofrece como cascada queriendo romper el orgullo profundo
que no ilustra el sentimiento y el sentido se atora en el instante de tu
palabra contra mi razón y te veo.
Tan postrado en tu
silla, tan lejano, certero.
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